El desayuno de la 12

Mi evolución con el desayuno a lo largo de los años ha sido bastante curiosa. Cuando era un niño me aficioné al Colacao, como muchísima gente de mi generación. O bien lo tomaba solo o con pan de molde o cereales. Recuerdo que el Colacao en mi casa era un artículo de primera necesidad, hasta el punto de que mi hermano llegaba a tomar de postre, por las noches, un tazón de Colacao y galletas. Y siempre ha estado delgado…

Hubo un tiempo en la adolescencia en el que me aficione a las tostadas. Al comprar tostadora nueva mis padres (la anterior llevaba siglos estropeada) todos empezamos a desayunar tostadas. Cuando estas tostadas iban con mantequilla, alguien me dijo que me estaba pasando de la raya, y tenían razón…

Más adelante, sobre todo cuando llegué a la universidad, algo raro sucedió, aunque ya venía preparándose antes: empecé a dejar de tener hambre por las mañanas, algo que todavía hoy me sucede. Me levantaba sin ganas de comer y tenía que obligarme a ingerir alguna cosa, por pura supervivencia. Los desayunos opíparos del pasado desaparecieron.

Durante varios años llegué a tomar solo un yogur y, como mucho, un trozo de pan. Y así pasaba toda la mañana. Ni siquiera me tomaba el pincho de las 11 como muchos de mis compañeros. Nada de nada. ¿Cómo aguantaba? No lo puedo entender. Es verdad que cuando llegaba a casa, a veces, tenía un hambre voraz. Pero otras veces, ni eso.

Ahora sigo sin tener hambre cuando me levanto. Soy un poco raro, está claro. Lo noto especialmente en los hoteles cuando todo el mundo se pone hasta arriba y yo cojo un par de cosas, pero porque está pagado y tal…

Eso sí, algo ha cambiado. Ahora me entra hambre a eso de las 12, y entonces sí tengo que comer. Es una especie de desayuno tardío o almuerzo o lo que sea. Además, pensé en comprar tostadora, porque quería volver a las tostadas. La gente que me conoce alucina cuando yo me pongo a desayunar tostadas 4 horas después de que cuando toca oficialmente, pero qué le vamos a hacer…