El encargo llegó hace unos días al taller, aquí cerca de Vigo. No era un trabajo más de la zona, esta vez tocaba desplazarse: instalar un pasamanos acero Lugo hecho a medida en una vivienda particular. Me gustan estos trabajos que te sacan un poco de la rutina y te permiten ver otros lugares, aunque sea por unas horas y centrado en la tarea.
Así que, temprano por la mañana, cargamos la furgoneta. Allí iba el protagonista del día: el pasamanos de acero, brillante, con ese acabado pulido que le da un toque tan moderno y limpio. Junto a él, todo el arsenal necesario: taladros, niveles, tacos, tornillería específica para acero inoxidable, y por supuesto, los planos y medidas revisados mil veces. Unas horas de carretera nos esperaban, atravesando Galicia hacia el interior, dejando atrás el bullicio de la costa.
Llegamos a Lugo a media mañana. Siempre tiene un aire especial esta ciudad, con su imponente muralla romana como testigo silencioso. Aparcamos cerca de la dirección indicada, una casa con un diseño bastante actual, donde el pasamanos de acero encajaría a la perfección en la escalera interior que subía a la planta superior. Descargamos el material y las herramientas, saludamos al cliente y nos pusimos manos a la obra.
Lo primero, como siempre, es replantear las medidas sobre el terreno. Aunque traigas todo preparado, es fundamental comprobar los puntos de anclaje exactos, la altura, la inclinación. La precisión es la clave en este oficio, y más con el acero inoxidable, que no perdona errores de cálculo y donde cada perforación tiene que ser exacta. Marcamos los puntos en la pared, comprobando con el nivel una y otra vez.
Luego vino el momento del taladro. El sonido característico al perforar la pared de ladrillo resonó en la escalera. Colocamos los soportes, asegurándonos de que quedaran perfectamente firmes y alineados. El acero inoxidable es un material robusto, pero también delicado en cuanto a arañazos, así que trabajamos con cuidado. Finalmente, presentamos el pasamanos sobre los soportes y procedimos a fijarlo. Ver cómo encajaba todo según lo planeado siempre da una pequeña satisfacción.
Una vez montado, hicimos las comprobaciones finales: que estuviera totalmente firme, que no hubiera ninguna holgura, que la altura fuera cómoda y segura. Limpiamos bien toda la pieza, eliminando cualquier huella o marca de la instalación. El resultado era excelente: una línea limpia y moderna de acero que acompañaba la subida por la escalera, aportando no solo seguridad, sino también un elemento de diseño.
Misión cumplida. Recogimos las herramientas, dejamos todo limpio y nos despedimos del cliente, que parecía contento con el resultado. Otra instalación terminada, esta vez en tierras lucenses. Solo quedaba el viaje de vuelta a casa, con la satisfacción del trabajo bien hecho y pensando ya en el siguiente encargo.