La caja tonta

Ya no veo la televisión. El otro día me senté delante de ella a hacer un zapeo rápido y terminé arrojando el mando con furia contra el sillón: no me gusta nada, me cansa todo. Si la televisión pudiera hablar me diría: “eres un desagradecido, con lo mucho que te he dado todos estos años”. Y tendría razón, yo fui un niño pegado a una tele, aprendí muchas cosas en ella y pasé ratos muy buenos, pero ahora me cansa…

Recuerdo cuando a España llegaron tres nuevos canales y fue una revolución: todo el mundo hablaba al día siguiente en el colegio de aquello, fue él no va más. Por aquella época yo no me perdía nada, ni los anuncios. Estaba atento a las ofertas productos tv online baratos. Si algo salía anunciado por la tele, te lo tomabas en serio. “Si sale por la radio, bah, pero en la tele, ojo”.

Más tarde llegó el cable y fui una de las primeras personas de mi entorno que lo tuve. Quería acumular cuántos más canales mejor, sobre todo de cine y deporte, mis pasiones por aquellos tiempos. Uno de los mejores momentos del día era cuando llegaban las diez, después de cenar, y me tiraba en el sofá, solo, a ver una película.

Pero internet ha terminado con la televisión, en mi caso y en el de muchas otras personas. Ya no me apetece nada ponerme delante de la tele a esperar que llegue mi “programa preferido”. Prefiero verlo online a la hora que yo quiera. Incluso con los anuncios, las cosas han cambiado. Las ofertas productos tv online baratos a menudo tienen más impacto si se encuentran en internet.

Con todo, yo sigo abonado a una plataforma digital pagando religiosamente una cantidad de dinero (una cantidad creciente, por cierto). En vez de cinco canales, como antaño, tengo casi 100, pero no me interesa especialmente ninguno. En mi casa solo se ve Baby TV y cuando el niño se duerme lo único que me apetece es apagar la caja tonta que ahora sí, creo, cumple con ese apelativo.