La durabilidad y la eficiencia energética de una fachada están determinadas en parte por la calidad de su revestimiento. Esta cobertura tiene la finalidad de proteger y conservar la edificación y se fabrica a partir de múltiples materiales, de origen natural y artificial. Por su apariencia elegante, los revestimientos en piedra decorativa se han convertido en una opción preferencial para las nuevas generaciones.
La pizarra, el granito, la caliza o el mármol lideran la demanda de piedras naturales gracias a sus propiedades: aislamiento térmico, resistencia y valor ornamental, principalmente. Además, ciertas rocas dan un toque rústico y tradicional a la envolvente de viviendas y comercios.
Otro material que ha disparado su popularidad es el gres porcelánico. Se define como un tipo de cerámica de pasta compacta que reproduce con fidelidad el acabado de la piedra, la madera y otras superficies. En general, se comercializa en baldosas, un formato que facilita su transporte e instalación.
Pero las soluciones clásicas siguen teniendo su público. Es el caso del revestimiento de ladrillo, apreciado por su alta resistencia, precio económico y respeto al medio ambiente. En la actualidad, las fachadas de ladrillo cara vista están en boga. Pero si su apariencia demasiado industrial no agrada al comprador, siempre puede revestirse con plaquetas de acabados diversos.
Por su parte, las lamas de madera composite demuestran que este material no está reservado solo a interiores. También en el exterior de edificios demuestra su utilidad. Y es que esta combinación de fibras de madera y de resinas plásticas soporta bien las inclemencias meteorológicas y eleva el aislamiento térmico y acústico del inmueble.
Más innovador es el revestimiento SATE (Sistema de Aislamiento Térmico por el Exterior), formado por paneles que se instalan a la fachada del edificio. Su mayor fortaleza es la eficiencia energética que garantizan, sin restar transpirabilidad a la construcción.