Buscando zapatillas de running

Empecé a correr en 2004, unos cuantos años de que a eso de correr se le empezase a llamar ‘running’. Recuerdo que mi hermano fue el primero que me animó. Él iba a correr con su novia. De hecho, un día fui con ellos, pero a los 10 minutos yo ya me había quedado sin aire. Aquel día aprendí una primera lección: mejor correr solo y regular cada uno a su gusto.

Fue unos años más tarde cuando, ya con una mejor forma física, empecé a correr en un parque que está al lado de casa de mis padres. Es un parque enorme, que cubre una colina, por lo que es ideal para correr según mis gustos: me divierte que haya subidas y bajadas, no que sea todo llano.

Mis primeras zapatillas fueron unos Diadora. Es una marca italiana no demasiado popular. Eran grises, con unos cordones elásticos rojos y una suela a juego. No tenían una gran amortiguación pero, a cambio, eran súper ligeros. A mí me encantan las zapatillas ligeras, prefiero que no sean tan buenas en otros aspectos, pero que no me hagan sentir que voy tirando de un peso.

Por aquellos tiempos, el mercado del running no estaba tan híper desarrollado como ahora. En esta época, si vas a una tienda de zapatillas, la mitad serán para correr. Antes eran diferente, pero había una marca que ya era la más importante: Asics. Tener unas Asics era sinónimo de ir en serio con aquello de correr, de ser un ‘pro’.

Tengo que decir que nunca he tenido unas Asics. La verdad es que es una marca que admiro y de la que me fío, pero sus precios me parecen prohibitivos. Y aunque si me pongo, puedo pagar unas zapatillas Asics no considero que mi afición por correr se merezca un desembolso tan cuantioso. Tal vez si hiciese una maratón o algo así, pero de momento, no.

Pero aquellos Diadora de  cordones elásticos finalmente petaron. Y hubo que cambiar. Aunque miré Asics, terminé por apostar por Adidas, comprando unas zapatillas de calidad media. Y aun las uso de vez en cuando.