Las vacaciones de los peques 

Teníamos un poco de pánico al principio de este curso con nuestro hijo porque iba a cambiar de la guardería al colegio. Es un cambio considerable porque se trata de un entorno en el que se le exige más autonomía siendo las clases con el doble de alumnos. El cambio era aún más grande teniendo en cuenta que desde marzo las clases de la guardería quedaron suspendidas. Con lo cual, seis meses después debía dejar la comodidad de la casa de papi y mami para pasar varias horas al día en un sitio nuevo que desconocía por completo.

Para preparar un poco el cambio, consideramos que era bueno hacer también cambios en casa para que el chaval se fuera acostumbrando a que en la vida hay que adaptarse a las novedades que, a menudo, son buenas, aunque al principio cueste asumirlas. En este sentido, cambiamos varias cosas de su habitación. Su cama se nos había quedado un poco pequeña y encargamos una especie de cama casa para que se sintiera un poco más mayor. Además, encargamos nuevos estores niños con la decoración de unos de sus dibujos preferidos. 

No sabemos si estos cambios en casa ayudaron o no al niño, pero empezó bastante bien los primeros días de colegio. Al principio iba con algunas dudas, pero luego empezó a venir contento y hablando de los amigos. Pero luego llegó la Navidad y todo se torció. Fueron unas navidades ‘extended version’ debido a una fuerte nevada que cayó en la ciudad y que provocó que se retrasase más de una semana y media la vuelta a las clases.

Y claro, no podíamos hacer más cambios en su habitación, porque ya habíamos sustituido la cama y los estores niños cuatro meses antes. En realidad, nos cogió totalmente desprevenidos pero el niño empezó a llorar porque no quería ir al colegio. Y es que las vacaciones, sobre todo cuando se trata de una Navidad de un mes, las carga el diablo. Se acostumbró otra vez a estar en casa con nosotros, y le ha costado una barbaridad volver a la rutina. Y en breve, Semana Santa…